(Sí pudimos con eso… ¿Qué no vamos a poder hacer?)
Hoy vengo cargado de anécdotas. Y es que llega mayo, y con él esa mezcla de nostalgia con vocecita interna que dice: “si ya pudiste con eso, podés con todo”.
Y sí, te voy a contar una historia que aún me hace sonreír, estresarme, sentir una descarga de adrenalina, nervios y reír al mismo tiempo. Porque hace 10 años llegó a Pombo una marca increíble. Una de esas que uno dice: “algún día vamos a trabajar con ellos”. Y pum, pasó.
Una multinacional. Una de esas marcas que las agencias sueñan tener en su portafolio. Nos conocieron, nos escucharon, y soltaron una frase que todavía me da vueltas:
“Yo sé que ustedes no lo han hecho… pero sé que pueden. Y les va a quedar hermoso.”
Y claro, ¿qué dijimos nosotros? ¡Vamos con toda!
(No diremos el nombre por seguridad del cliente… no, mejor por la nuestra, jajaja. Que algo de dignidad hay que guardar después de lo que hicimos).
Así fue como le dimos la bienvenida oficial a uno de nuestros primeros proyectos BTL. Teníamos el equipo, la experiencia en ideas, dirección, estrategia…
Pero fabricar, lo que se dice fabricar… nunca lo habíamos hecho.
Así que nos tiramos al agua. Bueno, no al agua: a montar y construir nuestro primer stand de 300 metros cuadrados.
Fácil, ¿no?
¡Claro que no!
Cuando vimos el espacio dijimos: “Dios mío, esto es ENORME.” Hicimos renders, lo presentamos al cliente, costeamos y dijimos: vamos a producir esto nosotros mismos.
Manos a la obra: comprar materiales, herramientas, definir horarios… y arrancamos.
Tenías que vernos. En modo constructor total.
El detalle: teníamos dos días para hacer todo. Y cuando digo todo, es TODO. Nada estaba prefabricado. Nada. (Gravísimo error #1).
El cliente nos aprobó el proyecto dos días antes del evento. (Gravísimo error #2).
Y sí, lo aprendimos a la brava: si un proyecto es tan grande, el tiempo hay que replantearlo o el presupuesto se ajusta para tener un equipo más robusto. Pero claro… nosotros en Pombo tenemos una frase que repetimos siempre: “Esto no nos va a quedar grande.”
Y con eso en mente… le metimos con toda.
Dos noches sin dormir. Literal dormimos una hora en el piso hasta que… ¡Una serpiente!
Sí, una serpiente. Gritos, susto, confusión. La gerente (sí, ella que se pone botas y nos acompaña en todo) salió corriendo y gritando.
“Oye… ¿y nada que avanzan?”
“Oye… no le veo forma.”
“Oye… ya todos armaron y ustedes nada…”
Ese “oye” cargado de presión nos estaba dejando al borde del colapso. Así que respiramos, nos reunimos como equipo, y dijimos: vamos a parar, reorganizarnos, definir prioridades, hacer una oración… y pedirle al de arriba que nos alargue las horas, nos quite el sueño y nos mande una luz.
Y fue tal cual de película.
Faltando 6 horas para abrir el evento, empezó todo a fluir como si hubieran llegado hadas madrinas. Y de repente, en dos horas terminamos todo. Nos abrazamos, lloramos, nos miramos y dijimos: ¿En serio hicimos esto?
Y sí.
Además ganamos el premio al mejor stand de la feria. Nos sentíamos como niños izando bandera por primera vez. Y después de eso, lo único que podíamos decir era: Si pudimos con esto… ¿qué no vamos a poder hacer?
Obvio, después vino el análisis, las enseñanzas, el checklist de errores y el nuevo protocolo de lo que NO se debe volver a hacer. Pero también nos quedó una certeza:
A veces, por arriesgados, por apasionados, por querer decirle “sí” al cliente de tus sueños… te metés en una vaca loca.
Y si bien el proceso fue de locos, también fue increíble.
Hoy lo recuerdo y pienso: ¿De verdad hice parte de eso? Y sí. Lo hicimos. Y lo volveríamos a hacer (bueno, con más tiempo, la verdad). Si algo aprendimos es que cuando las expectativas son altas y el tiempo es corto, o se baja el nivel de exigencia o se sube el presupuesto. Pero jamás se baja el amor con el que lo hacemos.
Gracias por leer hasta acá. Sígueme para más anécdotas (jajajaja). Nos vemos en el próximo blog.